Cuando Pedro de Alvarado y sus compañeros se dieron cuenta de la riqueza del pueblo a donde habían llegado, se despertó su codicia y se apoderaron, por la fuerza, del oro y de las piedras preciosas que encontraron en poder de los indígenas.
Supieron que el ídolo adorado por el pueblo era una Esmeralda finísima de gran valor y tamaño, que el Cacique Lligua Tohalli la tenia escondida; era la Diosa Umiña. Los españoles comenzaron a extorsionarle, exigiendo que la entregase. Pero no la entrego ni la entregaría nunca aunque los matasen a todos. Tal era el amor y el respeto por su Diosa. Los indígenas estaban desprevenidos, y se horrorizaron cuando vieron que, después de arrebatarles sus riquezas y al no conseguir que el jefe les entregase la diosa esmeralda, lo tomaron prisionero.